En un mundo obsesionado con la eficiencia constructiva y la expansión urbana descontrolada, la reflexión filosófica de Martin Heidegger sobre el acto de morar (contenida en su ensayo Bauen Wohnen Denken de 1951) resuena hoy con una urgencia que cuestiona los cimientos mismos de nuestra modernidad. El filósofo alemán nos enfrenta a una paradoja esencial: a pesar de la construcción masiva y acelerada, el verdadero habitar –entendido no como mera residencia, sino como un modo auténtico de ser-en-el-mundo– se encuentra en un estado de olvido y desarraigo.
La clave de la propuesta heideggeriana reside en una revelación etimológica: la raíz del término alemán bauen (construir) está íntimamente ligada a buan, que significa habitar o permanecer. Para Heidegger, construir auténticamente es, por naturaleza, un acto de cuidado (Sorge), de custodiar y ordenar el mundo para que sea un lugar de morada. Esto subvierte la lógica moderna que reduce el construir a la producción técnica. Un puente, en su visión, no es solo un conector de puntos; es un objeto que reúne el Cuádruple (Geviert): la Tierra, el Cielo, los Mortales y lo Divino, instituyendo un lugar donde el mundo acontece, en contraposición al espacio geométrico y neutro de la planificación.
El habitar (Wohnen), por tanto, es la esencia del ser humano sobre la tierra, un acto de custodia (Schonen) y resguardo (Sparsamkeit). Sin embargo, esta comprensión profunda ha sido oscurecida por la lógica de la Técnica moderna, cuyo motor ontológico es el Gestell (Dispositivo o Emplazamiento). El Gestell impone al mundo la obligación de ser un recurso disponible para el cálculo y la explotación. La Tierra se vuelve materia prima, el Cielo condiciones atmosféricas, y los Mortales fuerza de trabajo. Bajo esta dominación, la arquitectura y el urbanismo se arriesgan a crear alojamientos (Wohnungen) impecables, pero destruyen la posibilidad del habitar auténtico.
Esta crítica no es un lamento nostálgico contra las máquinas, sino una advertencia contra el desarraigo (Heimatlosigkeit) que surge cuando el Gestell disuelve el Cuádruple. Cuando la funcionalidad, el costo y la eficiencia priman sobre la capacidad de un lugar para reunir lo sagrado y lo finito, el mundo se vacía de sentido. Las megaconstrucciones y las urbanizaciones homogéneas, si se rigen únicamente por el cálculo técnico, son el síntoma visible de este olvido, transformando el mundo en una mera reserva a ser gestionada, lo que Heidegger denomina Machenschaft (maquinación).
El remedio para esta crisis, según el filósofo, no está en más técnica, sino en el pensar meditativo (andenken), un acto que es intrínsecamente un agradecer (danken). Este tipo de pensar no es el cálculo técnico, sino la apertura que recuerda y guarda la esencia del habitar. Solo un pensar que se niega a reducir el mundo a un objeto de dominio puede guiar un construir que permita a las cosas ser. El título del ensayo es, en realidad, un círculo fundante: solo pensando de este modo podremos guiar un construir que haga posible el habitar auténtico.
@_Melchisedech
