A escasos días  de iniciadas las campañas para diputados federales, el PAN ha mostrado el músculo político que tiene desde el 2010, año en que le ganó la gubernatura de Puebla al PRI.

Algo en común tienen sus candidatos: varios fueron excluidos del morenovallismo y desde los espacios que lograban aprendieron y subsistieron.

El caso más representativo es el de Mario Riestra Piña, un joven político que nunca gozó de la confianza de Moreno Valle, tampoco de Luis Banck y fue sacrificado en el 2018 en el segundo lugar en la lista de senadores porque si llegaba a la Cámara Alta, tendría boleto en automático para disputar la gubernatura de Puebla. Desplazaba en automático a Banck.

Hoy la vida le sonríe a Riestra, a quien le espera un futuro muy prometedor.

La mezcla de ideologías e intereses del PRIAN le ha traído fortalezas, y sin lugar a dudas una de ellas es el papel que juega la dirigente del PAN Genoveva Huerta, una verdadera revelación política a la que nadie puede regatearle nada porque se ha convertido en una férrea detractora del sistema.

Es aquí cuando parece ser que el legado político de Rafael Moreno Valle y su equipo es una realidad, porque dejó una escuela de panistas que supieron aprovechar los momentos para aprender y crecer.

Los detractores de Genoveva, son los siervos del nuevo régimen político que antes se prostituía con los gobiernos del PAN.

El Partido Acción Nacional parece que gana la agenda mediática con sus candidatos y su dirigente estatal.

En Morena Gabriel Biestro ha declarado que no tiene pruebas para impugnar la candidatura de Claudia Rivera.

Igual están los aspirantes que hoy no fueron impuestos con esas encuestas y dan patadas de ahogados.