Las alcaldesas derrotadas que no lograron su reelección tendrán 4 meses para maquillar la brutal corrupción que cometieron e incrementaron en su intentona por reelegirse.

La presidenta municipal con más actos de corrupción señalados en este medio, Karina Pérez Popoca, de San Andrés Cholula, se lleva el premio por encubrir la corrupción.

Le siguen Norma Layón, de San Martín Texmelucan y Guadalupe Daniel de Cuautlancingo.

Cada vez las mujeres ganan espacios en el servicio público, pero también ensucian su género porque muchas superan la ambición de los hombres.

En otras palabras: no por ser mujeres, no son corruptas; al contrario.

A las mujeres corruptas no les importa ensuciar su nombre ni heredarlo a sus descendientes. Su hambre y enfermedad por el dinero público son igual o peor al de los hombres.

La diferencia es que los hombres muy pocas veces involucran a sus parejas, pero las mujeres les dan licitaciones a sus parejas, como lo hizo Karina con su esposo Javier Elías Amaxal al asignarle un contrato por 43 millones de pesos para la instalación de equipo y cámaras de videograbación, sin contar con las especificaciones que la licitación pedía.

Lo mismo ocurre con Norma Layón, cuyos hermanos han incurrido en actos de corrupción en todo montaje.

Lupita Daniel de Cuautlancingo permitió que sus agentes viales asaltaran a los automovilistas, el cobro a los giros negros y el moche de los diezmos por concepto de obras públicas y compras de equipo y consumibles.

Las tres alcaldesas morenistas, parece que no entendieron el no robar, no mentir y no traicionar de la 4T de López Obrador.