Cuando Miguel Barbosa se enteró que le habían dejado solo 600 millones de pesos para 5 meses del inicio de su gobierno, no dudó en denunciarlo en eventos y medios de comunicación.
El destinatario era el ex secretario de Finanzas en el gobierno interino Jorge Estefan Chidiac, a quien Barbosa se negó a ratificar en el cargo por el abuso y robo cometido.
Vinieron acusaciones y señalamientos del mandatario hasta que Estefan amenazó con revelar cuánto dinero había enviado en efectivo a la campaña de Barbosa en el 2019.
Y tras un largo periodo de indiferencia entre ambos, ya se reunieron y fumaron la pipa de la Paz. Uno como gobernador y otro como diputado federal plurinominal.
Estefan ya fue perdonado y nos queda claro que en ese nivel la dignidad y orgullo no existen, porque hay políticos que están acostumbrados a que les griten corruptos y sonríen.
Barbosa está jugando su juego y va bien. Su plan “A” fracasó, pero su instinto político lo ha hecho reinventar su agenda política.
Por eso no es raro verlo reunirse con alcaldes, diputados federales y locales que no fueron sus candidatos pero serán sumados.
Así son las nuevas formas del nuevo régimen.
Por cierto: Estefan ya compró impunidad y no será perseguido a pesar de haber desfalcado las arcas con empresas factureras y contratos a precio inflado, independientemente de los aviadores y todo el desaseo administrativo que dejó.
Estefan aspira a ser el sucesor de Barbosa. Solo aspira porque carece de arraigo y en todos los círculos conocen su desmedida ambición.