Con la ratificación que hizo el líder nacional del PRI , Alejandro Moreno para que su dirigencia estatal en Puebla siga hasta el 2025, prácticamente está renunciando a ganar la gubernatura de esa entidad.

Y es que Alito Moreno deja en manos de un aprendiz de político, un partido que desde hace 11 años fue despojado del poder que ostentó durante casi 80 años.

Néstor Camarillo seguirá como dirigente estatal del PRI, porque le conviene a Alito Moreno tener un personaje de bajo perfil que no le cause dolores de cabeza.

Si le entrega a los políticos tradicionales acusados de corrupción el control del tricolor poblano, éstos irán de inmediato a pactar impunidad y favores con el gobernador Miguel Barbosa a cambio de convertirse en aliados y empleados.

Por eso la jugada no es mala, solo la persona, pues el PRI requiere de un personaje que se imponga e irradie respeto ante la clase política. Y Camarillo irradia derrotas anticipadas.

Tan no lo respetan, que recibirá insignificantes posiciones políticas tras la coalición que hizo con el PAN.

Casi todos los ex gobernadores priistas (salvo rapiña Olaya), fueron presidentes del PRI, en los tiempos de la hegemonía tricolor.

Hoy parece una tumba política ser el partido que en otros tiempos disputaba el poder asesinando a sus candidatos presidenciales y líderes nacionales como Colosio y Ruíz Massieu.