Personaje de numerosas películas y documentales, Fidel Castro fue un apasionado del cine, al que consideró un campo en su batalla política, en la que incluso legitimó la censura como arma para defender su revolución.
Sabedor del impacto social del cine, tres meses después de entrar triunfante a La Habana en enero de 1959, ordenó crear el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), al frente del cual puso a su amigo incondicional Alfredo Guevara, quien fue estrecho colaborador hasta su muerte, el 19 de abril de 2013.
Su amigo el premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez (fallecido en 2014) lo llamó el cineasta menos conocido del mundo, cuando crearon en La Habana la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano en 1985 y un año después la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, cerca de la capital cubana.
Para Fidel, el nuevo cine era una gran batalla por la identidad, liberación, independencia y supervivencia latinoamericanas. Si no sobrevivimos culturalmente, tampoco sobreviviremos económica ni políticamente, dijo en 1985.
Tras la muerte del comandante, el cineasta y escritor argentino Fernando Birri, considerado uno de los padres del nuevo cine latinoamericano y fundador de la mencionada escuela, mandó ayer un mensaje en el portal de ICAIC, que decía: Compañero Fidel, que en merecida paz descanses. Unidos, unida América Latina toda hoy en un grito desgarrado: ¡Viva Fidel!
La realizadora ecuatoriana Tania Hermida, también envió un mensaje al portal del ICAIC: Mis compañeros y compañeras queridas, en días como hoy vuelve a tener todo su brillo esa palabra: compañeros. Me siento acompañada por ustedes en este día extraño, donde los noticieros hablan de la muerte de Fidel... y nosotros, que hemos heredado tanto de sus luchas y su obra, sabemos que ahora, que ya no está, estará para siempre...
Palabras a los intelectuales
En 1961, en el conocido discurso Palabras a los intelectuales, defendió el derecho de su gobierno a regular, revisar y fiscalizar películas por su influencia en el pueblo como una responsabilidad en medio de una lucha revolucionaria.
En la crisis económica de 1990, en pleno reverdecer de filmes críticos de la realidad de la isla, como Alicia en el pueblo de Maravillas y Fresa y chocolate, Fidel arremetió –sin haberla visto– contra Guantanamera, de Tomás Gutiérrez Alea, una crítica a la ineficiente burocracia cubana.
Mucha gente de cine habló y fumó habanos con Castro, entre ellos Francis Ford Coppola y Kevin Costner, con quien vio en 2001 Trece días, filme que éste protagonizó sobre la crisis de los misiles de 1962.
Admirador de Brigitte Bardot y amigo de Gerard Depardieu, decía conocer todos los filmes de Charles Chaplin, ser capaz de ver tres o cuatro veces los del cómico mexicano Mario Moreno Cantinflas y haber sido subyugado por la imagen de Sofía Loren.
A Oliver Stone, autor de dos películas sobre él, Comandante (2002) y Looking for Fidel (2003), le confesó haber visto poco cine desde la debacle soviética en 1991, por falta de tiempo. Entre lo que vio en videocasete figuraron Gladiador y Titanic.
Oliver Stone y Fidel, empatía
Para el cineasta estadunindese Oliver Stone, todos sus trabajos han sido gozo, según contó a La Jornada en el festival de cine de Salónica, en Grecia.
Y no fueron la excepción los dos documentales mencionados. Recordó a este diario la comodidad con la que filmó los dos largometrajes sobre Fidel Castro: Hubo gran empatía; me encantó que hablara mucho. Parecía que nos conocíamos de mucho tiempo atrás, y sólo porque era admirador de mis películas.
Fidel “es un actor fácil de dirigir que jamás dice stop, corten o necesito una pausa”, declaró el realizador de Pelotón, JFK y Nixon, tras presentar Comandante en el festival de cine de Berlín.
En Comandante, Stone se dio a la tarea durante 30 horas de trabajo, de buscar a Fidel, cuestionarlo sobre diversos temas y enseñarlo al mundo, aunque dice no haberla hecho de periodista. El afamado director dijo haberse sentido siempre fascinado por la figura de Fidel y que precisamente su objetivo era ése: buscarlo y mostrarlo al mundo, tal cual es, el revolucionario, sus valores, su filosofía de vida.