Vuelta a empezar. Donald Trump no está dispuesto a dar su brazo a torcer. Tras el fracaso de la semana pasada, el presidente logró el martes un paso clave en la liquidación del Obamacare, el sistema sanitario que desde su implantación en 2010 ha dado cobertura a 20 millones de ciudadanos.
En una tensa sesión en el Senado, los conservadores, con el voto de calidad del vicepresidente Mike Pence, presidente de la Cámara, aprobaron abrir el debate de la reforma sanitaria. Fue un éxito para Trump, pero que no tardó en mostrar su fragilidad; a las pocas horas los republicanos perdían una moción para reemplazar el Obamacare. La derrota auguraba una agitada tramitación.
La discusión de una de las mayores promesas de Trump está resultando agónica. La falta de unidad entre los republicanos, centrifugados por sus intereses de circunscripción y ultrasensibles a las elecciones del año próximo, impide que los proyectos avancen. Ya en la Cámara de Representantes, la primera iniciativa tuvo que ser retirada y renegociada al no lograrse consenso suficiente. En el Senado, con una mayoría aún más exigua (52 escaños frente a 48), se repitió la escena la semana pasada cuando cuatro senadores paralizaron el último texto presentado por el líder de la mayoría republicana en la Cámara Alta, Mitch McConnell.
Iracundo ante este bloqueo, Trump utilizó toda su energía y exigió públicamente un cierre de filas de sus senadores. A la llamada acudió hasta John McCain, afectado de un agresivo cáncer de cerebro. Su llegada al Capitolio fue recibida con una gran ovación.
La presión de la Casa Blanca tuvo efecto y limitó las anteriores deserciones. Sólo dos senadores votaron en contra. Ante el empate, la decisión final recayó en el presidente de la Cámara, el vicepresidente Pence. “Hemos logrado lo más difícil, esto es el principio del fin del Obamacare, ahora empezamos de verdad”, se congratuló Trump.
El paso supone un balón de oxígeno para el presidente, pero está lejos de asegurar la rápida eliminación del Obamacare ni su reemplazo por un texto alternativo. Hasta ahora, los republicanos no han logrado consenso sobre ninguno de los dos puntos. Y el acuerdo alcanzado se circunscribe a la apertura del debate, como demostró el rechazó de la propuesta para un rápido reemplazo del sistema actual.
La tensión es profunda y evidencia tanto la fragmentación republicana como los problemas de liderazgo de Trump. El ala más centrista teme los devastadores efectos que tendría la eliminación del Obamacare. Una derogación fulminante como propone el presidente y apoyan los radicales dispararía el número de personas sin seguro médico: sólo en un año aumentarían en 17 millones, y en un decenio en 32 millones. Sumados a la población actual que carece de cualquier cobertura sanitaria, en 2026 Estados Unidos tendría más de 60 millones de habitantes (18%) sin atención alguna. Los datos, facilitados por la Oficina Presupuestaria del Congreso, marcan un punto sin retorno, que el sector moderado ya ha dejado claro que no piensa aceptar y menos cuando en noviembre de 2018 se celebran elecciones que renovarán un tercio del Senado, la totalidad de la Cámara de Representantes y 39 gubernaturas.
En el lado opuesto, bulle el descontento radical. Hartos de las componendas, los halcones quieren un corte limpio y acabar de una vez por todas con el actual sistema, al que acusan de subvencionar los seguros privados, ahondar el déficit y acabar con la libertad de elección. Para ellos, las alternativas presentadas hasta ahora por McConnell mantienen con vida la estructura asistencial creada por el anterior presidente y no están dispuestas a refrendarlas.
En este difícil equilibrio y con una mayoría obtenida sólo con el voto de calidad del vicepresidente, la tramitación será procelosa. Entre los demócratas, además, no hay dudas. Han formado cuña y se muestran dispuestos a defender el sistema con uñas y dientes. “Los que ustedes han cocinado es un plan vago, que sólo tiene como fin aprobar algo, cualquier cosa para salvar la cara y acabar con el Obamacare”, afirmó el líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schummer. A su favor, los demócratas cuentan con la movilización de las asociaciones de pacientes y médicos, así como del poderoso lobby de las aseguradoras. En Washington, la batalla continúa.