Eduardo Rivera no dudó en entregar lo poco que le queda de dignidad para evitar ir a prisión.
Sabe perfectamente el papel de la oposición y desde ahí negociará grandes oportunidades$$$$$.
Por eso, como muchos otros, busca el perdón del gobernador electo Alejandro Armenta, a quien ofendió hasta el hartazgo.
Rivera Pérez sabe lo que se comió, perdón, tragó en el ayuntamiento de Puebla y por eso quiere paz. La libertad, reputación y salud de su mujer Liliana Ortiz, depende de un buen acuerdo como los que ha sabido tejer desde hace décadas y que finalizan en cada proceso electoral.
No hay por qué Rivera no tenga que ceder y desempeñar el papel de oposición servil, si la libertad de su mujer está en juego.
Por el momento habrá paz, pero ésta terminará cuando descubran los cientos de millones de pesos gastados en programas inservibles y despensas que fueron repartidas en el proceso electoral, eso sin contar los moches a contratistas y proveedores, además de la extorsión a los giros negros.
Más tardó Mario Riestra en digerir su dolor, que su principal matraquero lo abandone a tan solo horas del proceso electoral.
Al sujeto al que me refiero le urge resolver sus gastos por tantos problemas pasionales en los que se involucra, y ahora que apesta en todas partes tras ser echado , tiene asegurar que aunque sea le avienten migajas.
La cuna traiciona a los delincuentes.