Los ex funcionarios de Enrique Peña Nieto no saben esconder lo robado.
Tan enfermos andan que no paran de presumir sus viajes, propiedades, autos o lo que adquieren con lo que robaron.
El claro ejemplo lo representa el abogadillo Román Lazcano, ex delegado de la Sedatu acusado de extorsionar a presidentes municipales para gestionarles obras.
Antes de llegar a la Sedatu este tipo no tenía para pagar siquiera un café. Un servidor le pagó en dos ocasiones el café y a su mozo que lo acompañaba también.
En la mesa me confesaba que debía tarjetas y ni para cubrir sus necesidades básicas tenía.
Llegó a la Sedatu y se enriqueció que comenzó a enloquecer y en sus redes sociales presume sus viajes, como el que hizo a Medellín Colombia, en donde se subió al teleférico.
Román es un tipo ruin que no solo gusta pedir a los medios que critiquen a sus compañeros priistas.
Es más que ruin porque en público saluda y felicita a varios de ellos y en corto los critica y juzga.
Sus hermanos lo conocen tanto que saben que se robó los revoes de una escuela y cobraba los servicios profesionales de sus amigos que le hacían varios favores.
Tan miserable es que cuando llegó a la Sedatu dos de sus hermanos se desmarcaban de él. Preferían no hablar de él o por lo menos fingían muy bien porque conocen sus desmedida ambición.
"Es igual que nosotros pero se hace pendejo, también le gusta el pedo", decían.
Hoy el ex funcionario de Peña Nieto que se creía coordinador de delegados federales e inminente alcalde de Puebla, busca desesperadamente un lugar que le permita recoger dinero mal habido.
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