Donald Trump empieza a configurar su gabinete. Este viernes ha nombrado a tres políticos leales y controvertidos en puestos clave de la nueva Administración, como son el consejero de Seguridad Nacional, el fiscal general (equivalente a ministro de Justicia) y el director de la CIA. Para los dos primeros cargos ha optado por el general retirado Michael Flynn y por el senador de Alabama Jeff Sessions, respectivamente. Al frente de la agencia de inteligencia coloca a Mike Pompeo, congresista por Kansas ultraconservador, cercano al Tea Party.
Los tres elegidos tienen en común la lealtad a la figura de Trump a lo largo de una campaña incendiaria y encarnan la línea más dura de los republicanos en torno a asuntos de seguridad o inmigración.
Sessions, de 69 años, es senador desde 1996 y forma parte del comité judicial de la Cámara Alta del Congreso de EE UU. Es conocido por su oposición radical a la reforma migratoria impulsada por Barack Obama y también por las acusaciones de racismo por parte de un exayudante negro en los 80, lo que le impidió acceder a otros puestos de responsabilidad durante la Administración de Reagan.
Trump, aunque finalmente el magnate optó por Mike Pence. De 57 años, Flynn sirvió en Afganistán, fue condecorado y nombrado por Obama para dirigir la Agencia de Inteligencia de Defensa, pero dejó el puesto tras varias polémicas por sus pronunciamientos. Muy parecido a Trump en su desprecio a lo que juzgan "políticamente correcto", Flynn ha hecho algunas afirmaciones muy polémicas en las redes sociales, como cuando en febrero dijo que "el miedo a los musulmanes es racional".
Pompeo, llamado a situarse al frente de la CIA, preside ahora el Comité de Inteligencia en el Congreso y fue vocal en el grupo que investigó el atentado en el consulado americano en Bengasi (Libia) en 2012, cuando Hillary Clinton era secretaria de Estado. Este proceso se convirtió en un quebradero de cabeza para Clinton, pese a que no se halló ninguna responsabilidad, y también en una línea de ataque permanente durante la campaña.