El presidente nacional del PAN, Ricardo Anaya Cortés, ha puesto al partido que dirige al borde de un colapso político que provoca enfrentamientos entre sus militantes.
Su débil liderazgo es del tamaño de sus aspiraciones presidenciales y debe entenderse como el rechazo a sus pretensiones políticas.
Desde hace tiempo los astros no se le alinean al también conocido como "cerillo" y los escándalos por tráfico de influencias le brotaron al detectarle 38 inmuebles adquiridos en los últimos años por conducto de prestanombres y familiares.
Y la semana pasada tuvo una rebelión de sus senadores, quienes nombraron a Ernesto Cordero como su líder, ignorándolo y exhibiendo su debilidad.
El domingo Margarita Zavala le exigió renunciar como presidente del PAN porque es un factor de división en ese instituto político. Anaya calló.
Y este lunes el senador Javier Lozano Alarcón lo tundió que hasta su flama se apagó.
Así vive el PAN su elección interna para candidato presidencial. Todos coinciden que Anaya debe renunciar si quiere ser abanderado del blanquiazul.
Tanto protagonismo y ambiciones políticas lo han desgastado y lo dejan como el aspirante presidencial más débil del PAN.